En la vida de una persona suceden cada día pequeñas cosas que pueden cambiar poderosamente una realidad, una conducta o un hábito ante determinadas situaciones. Éste es el caso de mi relación con el compañero de Barcelona Jordi ESTALELLA, que transformó radicalmente determinadas creencias y actitudes mías equivocadas y perjudiciales a la hora de preparar un juicio oral.

Tras una larga trayectoria como juez de primera instancia e instrucción en Andorra, y alguna que otra incursión política temporal, desemboqué en el ejercicio de la noble y abnegada función de la abogacía, y llevo siete de mis cuarenta y ocho años ejerciendo la profesión en este Principado.

En un inicio, me sorprendieron algunos aspectos de la práctica como abogado. De una parte, resultaba una experiencia y una ocupación edificante recibir las confidencias y consultas de las personas que acuden diariamente al despacho con sus proyectos o inquietudes personales y empresariales para darles la adecuada forma jurídica. De otra parte, resultaba muy positivo asistir a los clientes en el ámbito más íntimo de las relaciones de familia, muy en crisis en la sociedad actual (separaciones, divorcios, etc.), o en el de la organización de sus patrimonios familiares o empresariales (la empresa familiar es en Andorra un elemento básico del devenir social y de nuestra relativa prosperidad). También constaté que la asistencia del abogado es crucial en el ámbito penal, que afecta al núcleo de los derechos fundamentales y puede ser causa de grandes trastornos en la vida de la persona que se ve sometida a esta jurisdicción.

No obstante, había en el ejercicio de la abogacía un ámbito de la actividad que provocaba en mí una reacción contradictoria y ambivalente: los juicios o vistas orales. Pues si de una parte la defensa del caso en el foro resultaba atrayente y motivadora, al mismo tiempo provocaba un desasosiego y una inquietud difícilmente comprensibles a nivel racional, pero muy reales y persistentes en el plano emocional, manifestándose en reacciones físicas a veces incontrolables.

Por rigor profesional y por la propia necesidad de procurar hacer bien las cosas y dar lo máximo de mí mismo en la defensa del patrocinado, dedicaba buena parte de mi energía a la preparación de los juicios. Pero el resultado no era satisfactorio. De hecho, resultaba más difícil de lo que parecía enfrentarse en el foro al tribunal, al compañero, al fiscal en la jurisdicción penal, al público y esto siempre bajo la atenta mirada del cliente que asiste al juicio y que a menudo «se juega mucho»; hilvanar y reproducir debidamente las ideas, los hechos, los argumentos, las consideraciones jurídicas y todo lo que comprende una vista oral, con la exigencia connatural del juicio de concentrar y transmitir en un momento todo el saber, toda la motivación y, además, resultar convincente y ganar el caso, tampoco resultaba nada fácil.

Entonces constaté que la abogacía de tradición latina adolece de un importante handicap. Porque con toda evidencia hemos sido preparados a conciencia para el estudio del caso y su razonamiento a nivel escrito, pero a diferencia de otros países no hemos sido preparados en absoluto —o muy poco— para su presentación o desarrollo verbal, en que confluyen e influyen poderosamente, además del estudio, del trabajo y de los conocimientos jurídicos siempre imprescindibles, reacciones emocionales difíciles de encauzar o de mantener a raya.

El esfuerzo previo de preparación del juicio no quedaba debidamente recompensado y no me sentía satisfecho; para mí, se convirtió en una tarea primordial conseguir asumir la vista oral (civil, administrativa o penal) con la actitud adecuada y con la confianza necesaria para que el trabajo previo e ignorado que el abogado, soldado desconocido de la jurisprudencia, tiene que realizar antes de las vistas, se viera suficientemente recompensado en mi interior y traducido en una actitud exterior eficaz. Estaba dispuesto a aceptar la necesaria y fecunda inquietud que para toda persona responsable comporta la preparación y defensa de un juicio (como dicen los ingleses, no pain no gain, o sea, no hay ganancia sin sufrimiento), pero sin la angustia que a menudo provoca la perspectiva de una vista oral en que nuestro trabajo será observado, analizado y juzgado con detalle e intensidad y que la mayoría afrontamos condicionados por algunas creencias erróneas como la que el juicio no depende de nosotros, que ganar el caso es únicamente conseguir una sentencia favorable o que un juicio perdido es un fracaso personal, como me mostró el compañero y ahora amigo Jordi ESTALELLA.

Al principio centré mi esfuerzo en la preparación previa y concienzuda del juicio de forma íntegramente escrita. Pero esta preparación tampoco era satisfactoria por ser extremadamente laboriosa y pesada, por la dedicación en tiempo (horas) que requería —como dice Jordi el tiempo no es oro, sino que es más importante que el oro— y por la imposibilidad de transmitir en la Sala todo lo que previamente había escrito, cayendo a menudo en la simple lectura de lo que había preparado con anterioridad, perdiendo persuasión, capacidad de improvisación y de reacción en el juicio.

En esta coyuntura una compañera de Barcelona me recomendó los cursos y seminarios que impartía Jordi sobre cómo ser un abogado eficaz y cómo convencer y persuadir en los juicios, facilitándome los apuntes que constituyen el embrión del libro que ahora presenta el autor.

Y así fue como le conocí y me puse en sus manos para mi «preparación». Sólo puedo decir que la experiencia y el resultado no han podido ser mejores y más gratificantes, tanto en lo personal, por la dedicación, el entusiasmo e interés con que transmite sus ideas, como por los resultados, que me han abierto la puerta a una forma absolutamente y distinta de preparar el juicio, mucho más eficaz y, si se me permite, mucho más amena e incluso divertida. Durante mi entrenamiento personal (coaching) con Jordi tomé conciencia y cambié muchas de las creencias negativas que se habían ido instalando en mí, y que se acumulan a lo largo de la vida en todos nosotros, liberando de forma efectiva la fuerza motivadora y energía que late en nuestro interior, y proporcionándome además un elenco de herramientas, como la Programación Neuro-Lingüística (PNL) o el uso de los Mapas Mentales, imágenes, dibujos y colores que, en contra de lo lineal de la escritura a que se nos ha acostumbrado, han dado paso a una forma de preparar el juicio, de disfrutarlo y de conseguir mejores resultados, y todo ello con el adecuado estado emocional interior y una aceptable y suficiente inquietud creativa.

A diferencia de antes, donde la preparación era lineal y escrita, ahora preparo los juicios de forma más gráfica e imaginativa, menos pesada y más eficaz. Para ello, la PNL y el uso de los Mapas Mentales son básicos, previo entendimiento y superación de la creencia errónea en la que caemos con frecuencia los abogados, formados en la rama de letras de los estudios universitarios, de que la escritura es lo más serio y riguroso que existe para preparar el juicio y que las imágenes parecen más bien poco serias y más propias de otras disciplinas técnicas o artísticas, pero no para lo «profundo» del Derecho, cuando en realidad es todo lo contrario. Resulta que el cerebro y sus conexiones neuronales no se relacionan con los criterios lineales y rígidos a que en la rama del Derecho se nos forma y acostumbra, sino de manera mucho más libre y creativa, aprovechando mucho mejor las experiencias y conocimientos ya adquiridos si se le deja más libertad y suelto para responder, argumentar y crear ante el tribunal.

En el libro que el lector tiene entre las manos Jordi ha plasmado buena parte de sus conocimientos, el cual recomiendo a todos los abogados, tanto a los que se inician en la profesión como a los más experimentados, pues nunca es tarde y todos pueden descubrir una forma de preparar y disfrutar en la preparación y desarrollo de los juicios en el marco de la profesión y, como indica el subtítulo, convencer, persuadir e influir en ellos y —añado además— lograr una mayor satisfacción del cliente y nuestra propia realización profesional y personal.

Me ha parecido que el honor de prologar este libro únicamente podía corresponderlo contando mi gratificante experiencia personal y, sobre todo, los mágicos resultados obtenidos. En definitiva, aconsejo vivamente la lectura, estudio y práctica del Abogado eficaz, y aún más conocer a Jordi ESTALELLA y disfrutar en directo de sus cursos.

Andorra la Vella, 15 de octubre de 2005
Xavier JORDANA ROSSELL
Ex juez
Abogado